Para que me recuerdes en tu último invierno
voy a dejar caer palabras siendo brisaen las aspas del molino de tu pelo,
en el eterno devenir de tu sonrisa.
Aristas de plata pueblan tu ceño fruncido
suave, como olas que al acariciar la playa
aletean los recuerdos del tiempo vivido
en el silencio efímero del camino andado.
Han trazado tus pasos senderos claros,
anchos pasajes de atardeceres lentos
que emigran de tus ojos agotados y huyen
a noches que viven iluminadas por el sueño.
Para que no me olvides me anclaré en tu orilla
con versos que duerman también tus noches
y te besen mis sueños en tus pupilas dormidas
revistiendo tu andar con el penúltimo broche.