Te requiero. También esas
manos que reclaman,
los dedos alargándose
cual juncos,
a tocar la fina piel
del pómulo desnudo.
Sonrojada mejilla que
asciende cual montaña,
imponente hacia el brillo
de tus pupilas.
manos que reclaman,
los dedos alargándose
cual juncos,
a tocar la fina piel
del pómulo desnudo.
Sonrojada mejilla que
asciende cual montaña,
imponente hacia el brillo
de tus pupilas.
La impávida huella
no acierta a marcar
su paso, prefiere
el beso, ese suave
quejido de los dedos
rodando por el alma.
no acierta a marcar
su paso, prefiere
el beso, ese suave
quejido de los dedos
rodando por el alma.